Tweet El Cea: Deuda impagable

domingo, 15 de febrero de 2015

Deuda impagable



Uno de estos días pasados me enteré de que en los últimos 100 años la violencia ha disminuido. ¿De qué nos quejamos tanto entonces? Es bien sencillo. Resulta que a pesar de la presunta menor violencia, hoy nos enteramos más de ella que hace un siglo. Además, no solo nos enteramos de la que ocurre a nivel local sino también de la que se da a nivel global. Es de hacer notar que la violencia que más ha aumentado son los crímenes contra los colectivos minoritarios.
Si hubiera que echarle la culpa a alguien de abrirnos los ojos, que por supuesto es impensable, sería a los medios de comunicación que, como todos sabemos, han proliferado como setas en los últimos años. A pesar de que los medios de comunicación tienen su propia agenda y nos influyen con ella pues sacan a la luz lo que sus editores consideran importante, cosa que no siempre coincide con lo que la población considera de relevancia, la plebe nos rebelamos ante hechos desagradables.
Ocurre que dichos medios parece que le proporcionan mayor importancia a los sucesos acaecidos en tierras lejanas que a lo que le puede pasar a nuestro vecino de la puerta de al lado. Y debido a su influencia sobre el vulgo, le otorgamos más relevancia a lo que acontece más allá de nuestras fronteras que a lo que ocurre aquí al ladito. Es curioso saber que existen organizaciones de derechos humanos que presionan a gobiernos de países diferentes al suyo (ahí tiene mucho que ver también el riesgo que corren los cooperantes de estas organizaciones).
De este modo, cada cual ayuda al prójimo de la manera en que puede y sabe y a quien le han dicho que en ese momento toca, porque la benevolencia del ser humano suele ser lo más habitual. Y a veces produce frustración el hecho de que mucho de ese apoyo económico vaya destinado a otras tierras en lugar de a los problemas que más directamente nos tocan. Pero eso es puro egoísmo en mi opinión.
De cualquier manera y de tanto hacer un uso indiscriminado de determinadas palabras, estos términos han llegado a tener un significado vacío de contenido y hueco. Se trata de términos tan cruciales como “derecho”, “odio”, “marginación”, “exclusión”, “segregación”, y así hasta el infinito y más allá. Sin embargo y a pesar de su utilización a menudo gratuita, no podemos ni debemos dejar pasar por alto sin darle su debida notabilidad a semejante lenguaje.
Así pues, también nosotros debemos convertirnos en “discriminadores” de los medios de comunicación a los que respetamos y hacemos mayor o menor caso, según la ocasión. Del mismo modo que hay que tener sumo cuidado y pulcritud en el uso de las palabras, los espectadores, lectores o lo que nos toque en cada momento, debemos interpretar correctamente aquello que se nos está tratando de comunicar.
En fin, que hay que levantar una ceja cada vez que oigamos hablar de “derechos”. Es menester ser consciente de que no todo es un derecho pero también que cuando se habla con corrección será obligatorio defender a capa y espada dichos derechos. En lo referente a las personas anormales, más que de derechos, yo hablaría de deudas imponentes e impagables por las que alguien tendrá que responder algún día.

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