sábado, 19 de mayo de 2012
Paraorquesta
http://www.derechoshumanosya.org/node/1110
Quedan menos de tres meses para que den comienzo los Juegos Olímpicos de Londres. Con posterioridad llegarán los Juegos Paralímpicos, algunos los llaman las olimpiadas especiales y algunos, los menos, los llamamos los juegos decimolímpicos. Esta palabra inventada se refiere a que estos juegos calificados como de segunda categoría por la inmensa mayoría reciben una cobertura mediática diez veces menor que la de los Juegos de primera. También es verdad que le proporcionan a nuestro estado patrio diez veces más medallas que los otros, sin embargo la cuantía de las becas ADO es diez veces menor. Lo único que parece similar en uno y otro caso es el espíritu deportivo, y el esfuerzo.
Pero a pesar de esta larga digresión, no trataremos aquí el tema del deporte, sino el de la música. Y es que hace un tiempo salió una conferencia que impartía el Director de Orquesta Señor Hazlewood en la que se proponía establecer una llamada paraorquesta para los próximos juegos paralímpicos a celebrar en Londres.
El que escribe estas líneas, medio zoquete él, le dirigió una carta más o menos en los siguientes términos:
Estimado Señor:
Me dirijo a usted en mi nombre y en el mío propio sin intención de crear controversia alguna respecto a su proyecto musical concerniente a los Juegos paralímpicos del próximo verano. Permítame citar sus palabras cuando expresa que planea mostrar que “la discapacidad no tiene por qué resultar un obstáculo para los niveles más altos de creatividad y los objetivos musicales”.
Observando la futura Paraorquesta Británica, primero veo que la componen seres humanos, luego me percato de que algunos son hombres y algunas son mujeres, posteriormente me doy cuenta de sus diferentes razas; son Personas con Diversidad Funcional pero lo que más me hipnotiza es el sonido de los acordes que tocan. Sólo en ese instante recuerdo expresiones como “separado no es igual” y me pregunto sobre la necesidad y relevancia de formar un conjunto especial, o si el mundo les mirará a ellos o apreciará su música.
No encuentro una respuesta, pero hay una voz dentro de mí que susurra “estos músicos solamente deberían tocar con otros sin tener en cuenta la condición de cada cual, mientras los niveles musicales de unos y otros fueran semejantes”. Me gustaría saber su opinión al respecto.
Bla bla bla, César Giménez.
Después de unos días recibí una respuesta por escrito agradeciéndome haberme dirigido a esa entidad. No se pueden divulgar los contenidos de cartas privadas de otras personas porque no es de buena educación y porque creo que va contra alguna ley. Por tanto, sólo voy a poner la contestación mía a su recepción y quien pueda y quiera, que adivine lo que me dijeron.
“Muchas gracias por su amable respuesta. Permítame, sin embargo, que ponga en duda el valor de su modo de pensar. Sin duda usted representa la corriente principal del pensamiento actual, incrustado profundamente y durante largo tiempo en nuestras mentes. Contra ese modo de pensar, usted misma observa que algo se debe hacer porque no funciona, no le convence, no satisface las necesidades de nadie.
Si no fuera por la parcela económica, asunto que todos debemos encarar, el problema ahora es exactamente el mismo que las mujeres tuvieron que resolver hace décadas. Le ruego lea su propia carta de nuevo sustituyendo toda referencia a personas con discapacidad por mujeres. Observará que el pensamiento dominante se sostiene sobre un frágil castillo de naipes. Le daré un ejemplo:
Donde dice que en las orquestas sinfónicas se puede contar con los dedos de una mano el número de músicos con discapacidad, ponga ahora que en las orquestas sinfónicas se puede contar con los dedos de una mano el número de intérpretes femeninas.
Gracias por su amabilidad”.
Le recuerdo al improbable lector que hace medio siglo las mujeres necesitaban del permiso de su marido o padre para trabajar, viajar, abrir una cuenta bancaria, y demás. El intercambio de cartas fue así de breve.
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