Tweet El Cea: Eugenesia pero al revés

martes, 20 de octubre de 2009

Eugenesia pero al revés

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¿Es legítimo procrear intencionalmente un hijo discapacitado? O, cuando los padres se vuelven los peores enemigos de sus hijos


Mucha tinta sigue corriendo en los ríos de la polémica sobre la legitimidad de seleccionar y eliminar embriones, que tras el diagnóstico preimplantatorio genético demuestren ser portadores de o tengan alguna discapacidad.

Por Liliana Angela Matozzo

Antes de continuar, dejo en claro que no comulgo con el diagnóstico preimplantatorio genético que elige y determina cuáles embriones tendrán el derecho de nacer y cuáles no, condenando al resto a destinos fatales, como desecho, investigación científica, terapia génica, etc.

Lo que jamás me hubiera imaginado, es que la polémica por el uso de esta técnica se hubiera ampliado a determinar si las personas que ya padecen alguna discapacidad, podrían intencionalmente seleccionar y hacer nacer a un embrión portador o padecedor de la misma discapacidad. Algo así, como “otorgar legalmente el poder de elegir y diseñar un hijo igual de discapacitado que sus padres”, de modo que éstos no deban enfrentar la sorpresa de la madre naturaleza sobre las condiciones físicas o mentales del producto de su paternidad.
Esto no es ciencia ficción. Actualmente, en Inglaterra, podría permitirse a parejas de sordos echar mano del diagnóstico preimplantatorio genético de embriones, para elegir la transferencia y gestación de embriones sordos.

Mientras que la Legislación de Fertilización y Embriología Humana inglesa, prescribe que utilizar el método de diagnóstico preimplantatorio con el objeto de crear un niño con un condición médica severa, sería ilegal, el Departamento de Salud, estaría por quitar esa condición a la sordera para dar mano libre “al deseo de las parejas sordas”. La cuestión se zanjará en la Cámara de los Comunes para fines de este año.

La sordera es una patología que genera la discapacidad de oír, y por ende, de comunicarse naturalmente a través del habla, salvo que la persona sorda aprenda lengua de señas o a oralizarse.

Los promotores de este “derecho de las parejas sordas” señalan que aunque la mayoría de ellas desean tener un hijo sano, algunos prefieren crear un niño sordo para que “encaje” mejor dentro de su familia.

Asimismo, sostienen que “la sordera no es una discapacidad, sino un dato de pertenencia a una comunidad lingüística minoritaria”.

“¿Encajar dentro de una familia”, es una obligación congénita del niño por nacer? ¿No estamos dictando leyes en contra de la discriminación? ¿No estamos tratando de hacer docencia sobre la libertad y el derecho de ser diferente? ¿Por qué los niños por nacer deben acatar mandatos paternos congénitos? Se avizoran nuevos tiempos de esclavitud, en donde la biotecnología en vez de liberar y mejorar la calidad de vida de las personas, arrasa con el más elemental de los derechos: la libertad de ser y de nacer.

Es llamativo el hecho de que mientras que política y económicamente se articulan las más variadas formas de opresión, a nivel íntimo, las personas pretendan ejerzan peor opresión con sus propios hijos, dentro de sus propias familias. ¿Habrá abdicado el ser humano de la lucha por la libertad que caracterizó a nuestros ancestros?

Me preocupa particularmente que tras la legitimación de este “derecho de elegir tener un hijo tan discapacitado o enfermo como sus padres”, sigan los pedidos más insólitos, como que una madre enana conciba varios embriones y sólo permita nacer al que también sufra enanismo, y así con las más diversas patologías.

¿Y si el diagnóstico preimplantatorio arrojara un resultado erróneo? ¿Si el niño que nace no tuviera las condiciones deseadas por sus padres y fuera sano? ¿Podrían devolverlo? ¿Exigir una indemnización?

¿Y el niño?

Por otro lado, y con gran fuerza, se mueven grupos pro-choice-aborto-eugenésico, que sostienen que los padres tienen el derecho de seleccionar embriones para eliminar aquellos que tienen enfermedades o discapacidades, a modo de “descartar lo que no sirve, lo que no encaja”. Y ahí está la exigencia de nuestro siglo: “el encaje humano”. Si no encajás, no tenés derechos, hay que desecharte”.

¿Quién dice quién encaja y quién no?

Los niños por nacer serían productos de mercado, elegidos y diseñados según los deseos paternos, al punto que también podrían intencionalmente elegirse aquellos discapacitados para permitirles nacer dentro de una familia que busca no sentirse discriminada frente al nuevo integrante que podría ser “perfecto” o “mejor” en comparación con ellos.

Tal vez algún empresario necesite mano de obra “desechada por la sociedad” para pagar precios viles y llevar adelante sus “proyectos productivos”, y pague la gestación y el nacimiento de estos embriones descartados en los laboratorios..., o bien lo haga algún científico para utilizarlos como cobayos…

En una época en donde se habla tanto de Derechos Humanos, no se puede comprender que tenga lugar el avance de estas necedades autoritarias e indignas de la condición humana.

Toca el turno a los políticos, encauzar el uso de la biotecnología para fines terapéuticos y no de opresión de la humanidad.

Dra. Liliana Angela Matozzo
Abogada - Doctora en Ciencias Jurídicas

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19-10-2009

En todo caso, el texto deja claro que nunca hay que jugar a doctor Frankenstein.
El ser humano no ha sabido asimilar los avances médicos.
Desquiciados, pervertimos el curso de la naturaleza.

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