Esta mañana me han pasado cosas... (de esas que a veces ocurren, sí).
En la parada, pidiendo un taxi adaptado, un taxista hablaba con su compañero refiriéndose a mi como el “minusválido”, luego el segundo habló con un tercero señalándome como el “chico”, y cuando llegó el tercero, con el coche adaptado, reclamó al “señor” de la silla de ruedas. Esto es un proceso de cambio y el resto son pamplinas!
Luego, en otro lugar, me encontré por la acera con dos chicas en silla, identifiqué a una de ellas, a quien tele-conocía de tiempo atrás, y cuando llamé su atención también me reconoció, primero por la voz, y con gran alegría, a pleno pulmón, exclamó volviéndose cara a sus acompañantes “¡este ‘hombre’ es un gran luchador!”... Y la persona que iba conmigo desde el episodio del taxi dijo por lo bajito “¡xa! de sumo”... Un aleluya, ¿a qué sí?
Y para rematar, al cerrar el periódico, me encuentro otra cosa, una de Elvira Lindo... Y no he podido resistir la tentación de enviarla, y contar las cosas que antes habían ocurrido (que no contaría de no ser por lo de Elvira, ya que de esas otras hay montes y moreas de trivialidades).
Un día de casualidades... Maridaje de esencias de desigualdades.
Saludos,
A.
Boy
ELVIRA LINDO 02/03/2011
Cuando escuchamos a un negro americano pronunciar el célebre "hey, man", lo interpretamos como el "oye, tío" que tantas veces aparece en nuestro idioma. Pero el hecho de que ese "man" sea más común entre los negros tiene una dolorosa razón de sobra conocida en los Estados Unidos: no hace tantas décadas que los blancos utilizaban el "boy" para dirigirse a un negro. Ya podía el negro ser un anciano que nunca abandonaba su categoría de "chico", siéndole negada de por vida la mayoría de edad. Los negros sustituyeron con el apelativo "hombre" aquel humillante "chico" al que tantas veces se vieron obligados a responder. Cierto es que la corrección política en Estados Unidos ha alcanzado cotas ridículas, tratando de fiscalizar no ya el habla presente sino la que forma parte de la historia, como esas correcciones que se le han aplicado al pobre Mark Twain en Huckleberry Finn. Irónico, siendo como fue Twain un adelantado en la defensa de los derechos de todos los seres humanos.
El caso español es curioso. Cuando a un personaje público se le recrimina su falta de consideración hacia un determinado grupo, este apela de inmediato a su derecho a hablar a la pata la llana, a no dejarse llevar por la cursilería de lo correcto. No es capaz de reconocer que a estas alturas dirigirse en términos discriminatorios a un ciudadano, sea cual sea su condición, es inadmisible. ¿Es tan deshonroso pedir disculpas y dejar de marear la perdiz? Celia Villalobos defendió su derecho a usar la entrañable palabra "tontitos" para referirse a los discapacitados por tratarse del habla de la calle. No sé a qué calle se refería, pero sería deseable que los políticos no la frecuentaran. Yo, que también amo la calle, dejé hace mucho de oír la odiosa palabra. Desde que aquellos que fueron tontitos hoy van a la escuela, aprenden oficios y a menudo aspiran a ganarse la vida.
http://www.elpais.com/articulo/ultima/Boy/elpepiult/20110302elpepiult_1/Tes?print=1
jueves, 3 de marzo de 2011
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