Estimado Señor Presidente:
Sólo hay dos opciones: se puede ser mala persona, o bien se
puede ser un membrillo, un mendrugo, un berzotas, un ignorante en fin. Yo no
creo que usted sea ninguna de esas dos clases de individuo.
Al menos no lo es de forma constante ni coherente. Si fuera
mala persona constantemente no daría una de cal y mil de arena sino que siempre
las daría de arena. Por otro lado, opino que los individuos totalmente
perversos no existen sino en la imaginación de cada cual. Si estuviera usted en
la inopia permanentemente, lo disimula muy bien, demasiado bien.
No voy a hablarle de la tan mentada crisis económica, ni de
los bancos, ni a satanizar a los sindicatos, ni a las empresas. Ni siquiera voy
a recordarle la herencia recibida ni nada por el estilo.
Sólo le pido un poco de coherencia en sus actuaciones. Creo
que es lo mínimo que se le puede solicitar a quien, me guste o no, preside el
Gobierno de España. Siendo realistas, habrá que admitir que, desde su llegada a
la Moncloa, se han tomado multitud de medidas para remediar algo que se estaba
desmoronando. Pero yo me pregunto si esa serie de programas, planes, ajustes,
reformas, recortes, o como la población quiera denominar a sus decisiones ha
surtido efectos favorables o desfavorables para mi devenir y el de mis
congéneres.
Temo que no sea el caso, pero repito, lo que me lleva a
escribir es la falta de coherencia que observo. El único ejemplo que pondré es
el siguiente: por parte del Ministerio de Sanidad, no se aprecia voluntad
alguna por adaptar nuestra legislación a la Convención de la ONU sobre los
Derechos de las Personas con Discapacidad. Lo coherente en este caso sería
admitir que no cumplimos con este Tratado Internacional ni entra entre nuestras
prioridades y salir de él. No creo que a muchos les importe.
Atentamente,
César Giménez Sánchez
Dis-ciudadano con diversidad funcional
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